Martes de la XXXII semana del tiempo ordinario
No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer.
Evangelio: Lc 17,7-10
Evangelio: Lc 17,7-10
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando este regresa del campo: ‘Entra enseguida y ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú’?”. ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque este cumplió con su obligación? Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’”.
Meditación
Para vivir la humildad es necesario que nos enamoremos de Cristo. Esta virtud no se puede vivir por obligación, sino por la atracción que sentimos hacia el Señor, manso y humilde. Él es un ser concreto, no una abstracción, y cuanto más se le conoce y se está a su lado, más se descubren nuevos motivos para estar enamorados de Él y para seguirlo. Por eso, hemos de contemplar frecuentemente la vida de nuestro Señor que se hizo hombre por nosotros, por un solo motivo, incomprensible para nuestra sola inteligencia humana: por amor. Su amor le hizo abajarse hasta nosotros, quiso vivir como cada uno de nosotros, sirviéndonos humildemente hasta dar la vida por todos. La humildad nos lleva a luchar contra nuestras inclinaciones naturales de figurar por encima de los demás, de sobresalir más que los otros, etc. Nos ayuda a evitar caer en el afán de recibir honores. Nos hace vivir en armonía con los demás, a reconocer los logros de los otros, a servirles desinteresadamente, buscando su mayor bien. Si somos humildes, podremos tener la certeza de que estamos cerca de Dios porque cuanto más humilde seamos, más podremos llenarnos de Dios.
Reflexión apostólica:
Vivamos con la actitud cristiana de “siervos inútiles”, sirviendo siempre sin esperar nada a cambio, evitando la presunción, siendo discretos en nuestras actuaciones y haciendo todo sólo para darle gloria a Dios. ¡Para el apóstol del Reino de Cristo, lo que importa es la realización de la misión!
Propósito:
Evitaré hablar de mí y me esforzaré por alabar todo lo bueno que vea en los demás.
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