jueves, 13 de noviembre de 2008

Jueves de la XXX semana del tiempo ordinario

No seremos una Jerusalén más
Yo les digo que no me volverán a ver hasta el día en que digan: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Evangelio: Lc 13,31-35
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron: "Vete de aquí, porque Herodes quiere matarte". Él les contestó: "Vayan a decirle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y haciendo curaciones hoy y mañana, y al tercer día terminaré mi obra. Sin embargo, hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no conviene que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas y apedreas a los profetas que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero tú no has querido! Así pues, la casa de ustedes quedará abandonada. Yo les digo que no me volverán a ver hasta el día en que digan: ´¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!´".
Meditación
Herodes amenazaba a Jesús y los fariseos se lo comunicaban. Pero Jesús no hace caso, porque sabe que no puede morir sino en Jerusalén. Ante la resistencia de los judíos a creer en él, Jesús nos muestra un dolor que llena su alma. Los fariseos que atacan y menosprecian a Jesús se acercan, le piden que se ausente pues Herodes lo amenaza, y parece que todo suena falso. ¡Como si estuvieran buscando realmente, también ellos, alejarlo! Y pienso en tantas veces que yo quiero asimismo, que te ausentes por un rato pues no me conviene enfrentarme con tu verdad, con tu moral y con tu doctrina. Por otro lado, veo también, a la luz del Evangelio, esos momentos en que alejamos a los pequeños de programas o espectáculos con el fin, así lo decimos, de protegerlos, mientras nosotros nos divertimos y nos envenenamos. ¿No estamos de hecho haciendo lo mismo que estos fariseos? Con los pequeños se va Jesús; nosotros nos acercamos a quien quiere matarlo. Me debería bastar verte crucificado, Jesús, para comprender todo lo que me has amado. En el Sagrario siempre me estás esperando y a la escucha de todo lo que te cuento me está pasando, y en el más estricto silencio puedo oír tu voz en mi conciencia e invades de paz mi alma. ¿Cómo no darme cuenta de lo que hoy me estás amando? Nos has querido reunir en tu Iglesia, católica, y hay muchos que te evaden, que se resisten y te rechazan y otros que "te apedrean" y te atacan... Quisiera decirte que nuestra ciudad ¡no será una Jerusalén más! Que aunque somos pocos, estamos luchando porque no lo sea... ¡Cerremos el mes de octubre con esta petición y compromiso, en la hora eucarística, ante Jesucristo en la custodia!
Reflexión apostólica: Delicadeza, rectitud de intención y compromiso sincero por ayudar a la Iglesia a reunir los hombres en el amor a Jesucristo, le da cuerpo a la labor del apóstol. Vivamos hoy con este lema: "Mi vocación es servir a la Iglesia y a los demás".
Propósito: Trabajar porque mi familia esté reunida con Jesucristo.

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